Soy psicóloga y sexóloga. Hago terapia.

 

Mi día a día laboral es escuchar y hablar con personas que acuden a mí porque quieren resolver alguna situación, suelen sentirse en un atolladero y mi objetivo suele ser desenmarañar clarificar, impulsar cambios. No siempre me sentí cómoda con la profesión que elegí. Al principio, la sentía lejana a mis intereses éticos e ideológicos, tuve que transformarla para que esas partes de mí misma, de las que no quiero prescindir, estuvieran presentes y no colgadas en la puerta antes de entrar a la sesión, como si fuera mi bolso.

Al margen de las peculiaridades de cada caso, que requiere de técnicas concretas, se produce en terapia un proceso de fortalecimiento y capacitación, en algunos contextos llamado empoderamiento.

Autoconocimiento y autocuidadoYo acompaño el proceso y me gusta. Pero, también estoy ahí, entre ambas formamos un sistema. Y todo lo que expreso en voz alta resuena en mí, los cambios terapéuticos también me incluyen. No soy ajena a lo que sucede. Llevo conmigo las vidas de otras personas. Sus tristezas y alegrías, sus sorpresas, sus recaídas, sus desalientos, sus logros… Me van inundando y removiendo y, cuando cierro la puerta para volver a casa, de nuevo, soy otra. El camino de vuelta es un camino ritualizado de reconstrucción, elaboración, aprendizaje, de volver a subirme a mi equilibrio. A veces es sencillo, cuando las historias son lejanas a las mías, pero otras son muy cercanas. Es la sensación de oír algo que a ti te pasó, ese error que cometiste y ahora, en la historia de otra persona, ves tan claro el porqué. O esas situaciones tan dolorosas que me cuesta mirar: abusos en la infancia, violencias y maltratos… no lograré acostumbrarme, me duele, me daña. Los años trabajando en este contexto no me dejan entenderlo.

 

Debo reconocer que es un camino de autocrítica, de aprendizaje y de posicionarme una y otra vez en la humildad de simplemente ser quien está trabajando en ese momento, yo sólo soy alguien que trabaja, alguien que escucha con atención, soy un reflejo de quien me cuenta y que impulsa el cambio, pero sólo soy alguien como tú. A veces, he necesitado críticas de mi círculo más íntimo que me han ayudado a cuestionarme. Y cambiar.

 

Soy consciente de que intento promover en terapia un modelo feminista: que decida por su vida, que «Yo» sea el sujeto de sus frases, que se mire y se sienta bien con lo que ve, que sea dependiente pero autónoma, que se sienta capaz, que logre el autocuidado, que se cuestione el mandato social de género…. Y en esto, yo sólo soy una más. Una mujer feminista más que nado contra corriente y que no siempre soy eso que persigo ser. La arena que se escapa entre mis dedos y que algún día lograré retener. En ese punto, paciente y terapeuta nos abrazamos para hacernos más fuertes y nos ayudamos con las experiencias de las dos. Me siento crecer con sus ejemplos, me siento comprometida con sus vidas. Me gusta mirar a los ojos.

 

Porque el verdadero enemigo del autocuidado es no verte cuando te miras. El logro es verse… y tampoco ha sido fácil para mí, eso de en casa de herrero… o de ver la paja en el ojo ajeno…

 

Debo reconocer, decía, que he ido creciendo con cada caso, con cada evolución, con las palabras de dificultad de estas personas ante las tareas que les encomendaba, con el placer de sentirse a sí mismas. Incluso con la mera repetición verbal de lo que sé que funciona. Ha habido cosas que he dicho pero no he hecho, tal vez porque no era mi momento, o no me atrevía o incluso no me daba cuenta. Pero saber la teoría también ayuda y poco a poco también ha ido cambiándome. En mi propia piel he sentido cómo la recomendación más valiosa ha sido la de mirarse, mirarme a mí misma, aprendiendo a mirar con amor, honestidad y benevolencia también. He aprendido a mirarme usando mi propio criterio en mi mirada y no el criterio de otras personas. Ese que nos intentan imponer. Acompañar este proceso me ha enseñado a cuidarme en una suerte de aprendizaje vicario, es decir, ése que se produce a partir de lo que otros aprenden. Y esto me lleva a pensar que ejerciendo ese autocuidado hago mi «aportación» porque se crece en lo comunitario, todos esos cambios personales resuenan en los otros y verlo reflejado en el grupo es una forma de reducir frustración, y ejercerlo en grupo es político de alguna forma.

En psicología infantil se habla del modelaje como una forma de aprender. A saber, creo que todas hemos tenido esa conversación sobre los buenos o malos ejemplos que damos a la infancia con nuestros comportamientos. Pues algo así, en la misma medida, se produce con esto. Porque la persona que se cuida desprende seguridad en sí misma, tranquilidad. Y ese «aura» es un fuerte agente de cambio. Esa es mi responsabilidad.

 

En cualquier caso, aún no está gastado el lema de «lo personal es político». El conocimiento es poderoso, nos hace libres y el cuidado nos hace potentes.